Mi misión es clara: hackear la mentalidad humana.
Mi primer gran colapso llegó con una crisis que evidenció que todo lo que creía haber construido estaba cimentado en mis vacíos, miedos y traumas. En ese momento reconocí a una vieja conocida: la muerte. Durante varios meses planifiqué y traté de ejecutar lo que esperaba fuera el fin del dolor de ser yo.
Además de mi encuentro cercano con la muerte, los excesos y la exposición al peligro formaron parte de mi rutina diaria. Buscando escapar y evadir mi responsabilidad, encontré algo de calma en las palabras de Viktor Frankl en ‘El hombre en busca de sentido’.
Mi holocausto era mi mente, y los verdugos, mis pensamientos. Sin embargo, la idea de que incluso en el sufrimiento más profundo podía haber propósito, me seducía. Ese pensamiento marcó el inicio de mi transformación.
Fue entonces cuando decidí volcar mi atención hacia lo que siempre fue el camino: yo mismo. Entre terapias, hongos, retiros e incontables horas de soledad buscando respuestas, elegí matar todas esas versiones de mí que me habían llevado a vivir en las profundidades de las tinieblas.
Ahí comprendí que todo lo que había vivido tenía un propósito: el diseño biológico de mi cerebro con la dislexia, que me obligó a pensar fuera de la caja; el éxito profesional al resolver conflictos de forma audaz y poco convencional; y una vida vivida en la sombra casi en su totalidad.
Todo esto reafirmó mi capacidad intuitiva y desempolvó mi misión de vida: ser un viajero del tiempo y el guía para quienes se atrevan a navegar las tormentas de sus vacíos, miedos y traumas.
Hoy, estos pilares —la sombra, la introspección, la intuición, la resolución y la conexión— son la brújula de mi propósito: ser un espejo de su sombra para que, si asumen la responsabilidad, logren resignificar sus vidas y recorrer el camino hacia la plenitud.
¿Listo para dejar de huir? Hágale, vamos a desarmar su mentira y hackear su mente desde la raíz.